Hace rato estaba en una plaza comercial cuando vi una familia muy “bonita”: una mujer, su esposo y dos hijos jovencitos un hombre y una mujer. Los cuatro muy guapos y muy altos….pero de pronto vi discutir al papá con su hijo, el quizá tenía unos 16 años. Los dos estaban gritando…y el padre le dió una cachetada. El jovencito comenzó a llorar…pero continuo discutiendo con el padre..por lo tanto, el padre se regresó para pegarle nuevamente; pero la madre y la jovencita trataron de convencerlo de no hacerlo. Mi primera sensación fue un inmenso dolor por el jovencito…me pareció que un padre…nunca ..jamás..debe pegarle a su hijo adolecente en público, pensé que esta escena nunca la olvidaría el chico….el tremendo golpe emocional que recibió este día. Por otra parte pensé en la madre, como era posible que hubiese permitido que esto sucediera, seguramente a ella también la golpeaba. Y obviamente sentí gran coraje hacia el padre por ridiculizar al hijo.
Sin embargo, pasados unos minutos y ya lejos de ellos pude sentir el dolor del padre por haberle pegado a su hijo, quizá debido a su impotencia para controlarlo, para ganarse un respeto, para evitar que le grite mas. Pude ver el dolor de la madre incapaz de controlar al padre para evitar un escándalo mayor, y porque ella mejor que nadie entiende a ambos. Sentí la pena de la hija al ver perder el control a su padre. Sentí mucha compasión por los cuatro, los cuales seguramente se arrepintieron de haber salido hoy de casa.
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